jueves, 20 de febrero de 2014

Educación emocional: El miedo

Me parece fundamental enseñar a nuestros hijos a identificar, expresar y gestionar sus propias emociones. Hace poco Emma ha empezado a trabajar en la escuela infantil el miedo. Han leído algunos cuentos relacionados: Un monstruo debajo de la cama y el gato miedoso y Bu.



















Nunca había manifestado que sentía miedo hasta hace poco, susto sí, pero miedo no. No le importaba la oscuridad, ni entrar en ningún lugar, ni nada parecido. No hemos utilizado luces antimiedos, ni tampoco dejamos la puerta de la habitación abierta porque no lo ha necesitado en ningún momento. Pero imagino que a raíz de conocer esas historias la imaginación ha empezado a bullir y sí ha aparecido el miedo.

Hace unos días empezó con la puerta del armario, decía que si estaba abierta iba a venir un monstruo. Pero la escuchábamos, se tranquilizaba y no iba a más. Hasta que hace poco no quería entrar en nuestra habitación porque decía que había un monstruo en la cama. Ese miedo la estaba limitando, así que decidí que era mejor hablar con ella sobre el tema.

Lo primero que hice fue pedirle que me explicara, ¿De qué tenía miedo? ¿Cómo era el monstruo? ¿Por qué era malo como ella me contaba?

Cuando me lo contó le expliqué que el monstruo formaba parte de su imaginación, como cuando nos imaginábamos un cuento, o hacíamos como que nos comíamos un huevo frito en los platos de su cocinita. Y que como la imaginación la podíamos manejar y jugar con ella, le propuse que habláramos con ese monstruo. A ella le pareció divertido, le dije que le pusiera un nombre. Ella lo llamó Pepillo, habló con él para que no le picara en la pripa (ella decía que era malo porque le picaba en la tripa) y le preguntó si quería ser su amigo.

Desde entonces ese monstruo se ha convertido en su amigo, y cuando le apetece juega a imaginarse a Pepillo, se baña con él, a veces incluso le tenemos que quitar la ropa antes de la bañera, "se lo lleva" a la guardería... De este modo le hemos guiado para que transformase ese miedo en una diversión.

Desde entonces no ha vuelto a decirme que tiene miedo a nada, y entra en nuestra habitación sin ningún problema.

Lo fundamental en todo esto es que no hemos recurrido al "anda no digas tonterías, que ahí no hay nada" o peor aún, "no seas miedosa que ya eres muy grande". Lo primero es validar su emoción, no está mal sentir miedo, es normal, y se puede manejar cuando te genere malestar o limitaciones y podemos ayudarle a aprender ese proceso de control emocional.

Esta es una forma de manejar esos miedos que puedan surgir, seguro que hay un montón de maneras más de hacerlo ¿Vosotros cómo lo habéis enfocado?

1 comentario:

  1. Me admira tu intuición y creatividad al abordar este tema. ¡A mí no se me habría ocurrido! ¡Me queda tanto por aprender! Gracias por compartirlo.

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